domingo, 16 de agosto de 2009

Entrada 6 - ¿Real? II

¿Real? II
1 de enero, 14:41

Poco a poco fui recobrando la consciencia, mientras el sudor chorreaba a borbotones por mi cara. Tenía un calor horrible, impropio del invierno. Me incorporé como pude y me giré hacia la puerta de mi casa, cuando tuve la primera visión que me estremeció. La puerta, de madera, estaba calcinada y unas llamas obscenamente agresivas la tostaban por debajo y por los quicios. Tras tres o cuatro decididos golpes de hombro, la puerta cedió, permitiéndome entrar. La visión era grotesca.

Desde el recibidor, podía contemplar la cocina, a mi izquierda, y el salón, a la derecha. Ambas puertas estaban descolgadas y reposaban parcialmente destrozadas en el suelo. Casi todo el inmueble estaba envuelto en llamas, pero la mayor parte de éstas provenía de la cocina, donde parecía haberse abierto una verdadera puerta al infierno. Forzando un poco la vista, pude apreciar a lo lejos una especie de sillita de bebé equipada con unos grilletes de cuero y salpicada de sangre aquí y allá. El resto del mobiliario de la cocina no era menos, pero no alcancé a ver en detalle aquellas atrocidades, pues un aullido lastimero me sobresaltó e hizo que me diese la vuelta.

La voz venía del lado opuesto, del salón. Una voz desgarradora, difícilmente humana, que sacudió mis entrañas de una forma que nunca antes había sentido. Cuando miré hacia donde venía, me estremecí aún más.

Era horrible. No cabe duda de que tenía aspecto de un engendro digno de una película de terror, pero también estaba claro que, en algún momento, había sido humano. Aún ahora, pensándolo fríamente, no me alcanzan las palabras para describir fielmente lo que presencié allí. Se trataba de una especie de monstruo humanoide, cuya tez era bastante oscura (producto de las llamas) y que se arrastraba hacia mí. Parecía incapaz de levantarse.

Las llamas no me dejaban ver con total nitidez, pero estoy seguro de que era tal y como lo ví. Cada segundo que lo observaba, me horrorizaba aún más, pues me daba cuenta de un nuevo y macabro detalle. Sus ojos lloraban sangre, que se deslizaba por sus mejillas hasta caer al suelo, donde era devorada por lenguas de llamas y se desvanecía casi al instante. Casi no tenía pelo, pero aún le quedaba una pelusa residual, grisácea y liviana, que le daba un aspecto aún más tétrico. Multitud de cortes por todo el cuerpo y un busto femenino completaban la descripción. Pero lo más horrible es que sabía quién era yo. Sabía mi nombre y no dudaba en utilizarlo, rasgando algo dentro de mi interior cada vez que lo hacía. Me llamaba una y otra vez, me pedía que le ayudase. Lloraba y yo lloraba por dentro también. Estaba paralizado, no sabía qué hacer.

Alcé un poco la vista, y al fondo del salón, pude ver otro engendro, este con un aspecto mucho más viril y dominante, aunque yacía sentado en el suelo, aparentemente tranquilo.

Aunque sus ojos estaban cerrados, su expresión facial era seria y tensa. También parecía estar siendo consumido por las llamas, pero no gritaba ni se retorcía. Simplemente parecía reposar, e incluso disfrutar de la situación. Instantáneamente pensé en un sádico, pero era obvio que ningún ser humano se quedaría así mientras es consumido por las llamas. No, era algo mucho peor. No era nada de este mundo. Tenía unos brazos exageradamente grandes y fuertes, y sus puños aparentaban estar perfectamente preparados y en tensión para golpear. Era la imagen más estática y dinámica al mismo tiempo que jamás hubiera visto: un ser horrible, aparentemente impasible, pero preparado para asestar un golpe mortal en cualquier instante. Aterrador.

Volví a fijar la vista en el primer monstruo, que seguía reptando y se encontraba a apenas un par de metros de mí. Ahora estaba casi completamente cubierto de sangre, que manaba de sus heridas y ojos. Por un momento me pareció que los llantos y súplicas se redoblaban, y mi corazón también duplicó su frecuencia. Tanto que sentí un pinchazo en la parte izquierda de mi pecho y rápidamente caí fulminado al suelo.