jueves, 14 de mayo de 2009

Entrada 1: Comienzos

Comienzos...
26 de diciembre, 16:42

Me ha costado decidirme, pero definitivamente lo he hecho. Me ha costado mucho dejarlo todo. Dejar a mi pareja, mi trabajo, mi casa... todo para retornar al principio.

Soy natural de Adra, una ciudad almeriense de apenas 26,000 habitantes límitrofe con Granada al oeste y con el centelleante mar Mediterráneo al sur. Con 18 años marché a Madrid a estudiar, y una vez finalizados los estudios me asenté en Xátiva, Valencia, donde encontré trabajo y a la que fue mi pareja durante los 6 años siguientes.

Allí pasé unos dulces y largos años, probablemente unos de los mejores de mi vida. Disfrutaba con mi trabajo, con mi pareja, con la ciudad, con mis nuevas amistades... Acostumbrado a un piso, vivir en una duplex era algo maravilloso para mí. La vida que allí se me ofrecía era todo lo que se puede pedir. O casi. Sin embargo, llegó un día en que me dí cuenta de que no podía continuar así. Necesitaba un cambio. Un cambio, irónicamente, para volver a estar como antes. Un retorno al pasado.

Los meses siguientes fueron bastante duros para mí. No quería perder esa vida que tanto me había costado conseguir, por la que tanto había sufrido. Sabía que no podía encontrar nada mejor. Lo tenía todo y, sin embargo, todo no era suficiente para llenarme. Me sentía totalmente vacío. Como un muerto viviente. Y sólo había una cosa capaz de hacerme sentir pleno...

Como decía, los próximos meses fueron bastante agobiantes. Como hacía con todo, le conté a mi pareja cómo me sentía y mis impresiones al respecto. Con el tiempo, me dí cuenta de que la única solución posible para mí era volver a Adra. Así se lo hice saber a mi chica, que, ante mi sorpresa, se negó rotundamente. Me pidió que lo reconsiderara y buscase alguna otra alternativa, como ir al club de golf (¿de verdad pensaba que éso podría sustituir 18 años de mi vida?) pero eso era ya imposible. Ella seguía en sus trece y no parecía dispuesta a abandonar su tierra.

No hace falta decir que las semanas siguientes fueron muy convulsas entre nosotros. Reproches mutuos, llantos, discusiones, ya no me quieres, no te importo... y así hasta la saciedad. Quizá lo insostenible de la situación fue lo que me empujó a dar el salto y dejarlo todo. Un buen día (buenísimo, en realidad) hice la maleta, cogí el coche y en lugar de dirigirme al trabajo hice lo propio hacia la autopista del Mediterráneo. Unas horas después me encontraba de nuevo en mi hogar. Ya no tenía trabajo. Ni casa. Ni pareja. Ni siquiera amigos, pues los de mi infancia estaban desperdigados por el mapa. Pero necesitaba esto. Se dice que el alma es como un vaso de agua (¿por qué no de whisky?) y yo, para hacerlo rebosar hasta el final, necesitaba regresar al principio.

1 comentario:

  1. Tío... acabo de descubrir tu blog Alwain.

    La historia me está pareciendo cojonuda.
    Buén principio

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